Una dulce niña en su sueño, quiso volar mágicamente, quiso tener alas de hada, o por lo menos ser la jinete de una libélula violeta, la dulce espectadora de un país de fantasía bajo su vuelo.
En la tierra de los elfos la belleza y el poder se derramó en cada uno de sus hijos; son como los dioses del polvo a los que vanamente nos afanamos en convertirnos.