¿Por qué, rubia sirena, estás triste y meditativa? ¿No me digas
que aún piensas en aquel traicionero
que un día huyó al calor de otros brazos,
a los besos de otra boca y al canto de otro mar?
En la tierra de los elfos la belleza y el poder se derramó en cada uno de sus hijos; son como los dioses del polvo a los que vanamente nos afanamos en convertirnos.